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Cultura, sociedad y crítica creativa

Del IPC a la IUIPC: el arte popular que incomoda al poder de Cali

El IPC transformado en la IUIPC hoy enfrenta precariedad, tensiones políticas y denuncias. Una historia de arte y resistencia en Cali.

El Instituto Popular de Cultura (IPC), transformado en la Institución Universitaria de las Culturas y las Artes Populares (IUIPC), enfrenta una encrucijada histórica. Fundado hace 77 años como un espacio para democratizar el arte y formar en cultura a los sectores populares de Cali, el IPC ha sido mucho más que una escuela: ha sido un refugio, una trinchera, un escenario donde los artistas han tenido voz, cuerpo y memoria.

En 2024, el IPC logró un hito al convertirse en la primera institución universitaria pública del país especializada en las artes populares. Respaldada por el Ministerio de Educación Nacional y el Concejo Distrital de Cali, la IUIPC comenzó a ofrecer programas académicos en danzas folclóricas, músicas tradicionales, teatro, fotografía y artes visuales, formalizando una tradición que durante años resistió desde la marginalidad. 

La sede principal fue instalada en el restaurado edificio Coltabaco, joya patrimonial del centro de la ciudad de Cali, cuya renovación costó más de 22 mil millones de pesos. Este edificio estaba destinado a convertirse en el corazón simbólico y operativo de la nueva IUIPC. Sin embargo, a pesar del esfuerzo financiero y arquitectónico, su entrega oficial se ha visto envuelta en retrasos, uso compartido con intereses privados y falta de transparencia.

Más allá del simbolismo del edificio, lo que ocurre dentro de las aulas de la IUIPC refleja una tensión más profunda. A pesar de los discursos institucionales sobre inclusión, calidad educativa y reconocimiento cultural, la comunidad estudiantil denuncia una realidad que va en contravía de ese relato.

En la IUIPC se estudia sin representación estudiantil efectiva en el consejo directivo, sin un reglamento estudiantil aprobado y en condiciones precarias: sin papel higiénico, sin jabón y sin limpieza básica. A esto se suma el escándalo que vincula a la Primera Dama de Cali Taliana Vargas, por el uso indebido del edificio Coltabacolo que ha generado cuestionamientos sobre el manejo del patrimonio público.

No obstante, mientras se celebra la “apertura cultural”, la comunidad ipeciana denuncia que se están sancionando las voces críticas, invisibilizando el pensamiento distinto y desplazando a quienes construyeron el proyecto desde sus raíces.

La IUIPC resiste

Como tantas veces en la historia de América Latina, lo popular se vuelve incómodo cuando empieza a ocupar espacios de poder simbólico. Cuando el arte del pueblo se institucionaliza, surgen tensiones y el poder quiere decorarlo, gestionarlo y callarlo.

La IUIPC no solo alberga teatro. También acoge danza, música, fotografía, artes plásticas. No es una escuela de élite. Es un epicentro de creatividad incómoda, de memorias no oficiales, de discursos que no caben en los boletines oficiales. Y eso molesta.

Hoy, bajo la administración del alcalde Alejandro Eder que prometió transformar la ciudad, lo que se intenta “ordenar” es una casa construida desde abajo y que ahora parece no encajar con el nuevo concepto de ciudad.

No es la falta de recursos lo que explica los ataques. Es, como tantas veces, el exceso de pueblo y lo que está en juego no es solo un edificio ni un presupuesto. Lo que se intenta apagar es una forma de entender el arte como territorio político, como lenguaje ancestral, como vehículo de transformación social.

Se castiga el disenso mientras se decora el discurso con palabras como “calidad”, “progreso” o “modernización”. Pero en el fondo, lo que se está intentando desplazar es el alma colectiva de una escuela que nació para incomodar, para crear, para resistir desde el arte, el cuerpo y la palabra.

Es por eso que para que la IUIPC siga siendo lo que prometió ser, un espacio universitario de cultura viva y popular, es urgente:

1. Transparencia total sobre el uso del edificio Coltabaco y los recursos públicos asignados.

2. Participación efectiva de estudiantes, docentes y creadores en la toma de decisiones.

3. Respeto por las voces críticas, entendiendo que la disidencia también construye.

4. Compromiso político real con el arte como herramienta de transformación, no como adorno institucional.

La IUIPC es un proyecto necesario para Cali, pero no puede construirse desde el silenciamiento. El arte popular no nació para ser contenido, nació para ser libertad. Y si alguna vez Colombia tuvo un lugar donde el arte salvó vidas, fue en el Instituto Popular de Cultura IPC. Por eso, lo que defiende la comunidad ipeciana no es un capricho estudiantil, es el derecho a que el arte tenga dignidad, alma, calle y pueblo.

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