Cali ha hablado y su mensaje es claro, en la ciudad ya no hay espacio para el racismo ni para la glorificación de prácticas que atentan contra la vida.
En menos de una semana, Cali fue escenario de dos episodios que evidenciaron tensiones latentes en la sociedad colombiana. Primero, un ciudadano identificado como Alexis Velasco fue grabado profiriendo insultos racistas a un agente de tránsito. Días después, el cantante argentino Andrés Calamaro abandonó el escenario en medio de abucheos, tras expresar su apoyo a la tauromaquia durante un concierto.
Aunque distintos en naturaleza, ambos eventos comparten un hilo común, la desconexión entre figuras públicas y una comunidad que ya no tolera discursos discriminatorios ni prácticas que atenten contra la dignidad.
El caso Velasco, racismo sin cabida
El video de Alexis Velasco insultando a un agente de tránsito con comentarios racistas se viralizó rápidamente. Frases como “sos un negro basura” y “te maneja un blanco” generaron indignación. Las autoridades locales actuaron con celeridad, anunciando acciones legales en su contra. Además, el establecimiento donde trabajaba Velasco fue cerrado por no cumplir con la documentación requerida.
Este incidente no solo evidenció un acto de discriminación, sino que también reflejó cómo las redes sociales pueden amplificar comportamientos inaceptables, generando consecuencias reales para los involucrados.
Calamaro y la tauromaquia, un arte que divide
En otro escenario, Andrés Calamaro, durante su presentación en la Arena Cañaveralejo, expresó su apoyo a la tauromaquia, dedicando una canción a los toreros y criticando la prohibición de las corridas de toros en Colombia. La reacción del público fue inmediata, abucheos y desaprobación que llevaron a Calamaro, visiblemente molesto, a responder diciendo “Están cancelados. Hasta nunca”, y abandonar el escenario.
Este episodio subraya cómo ciertas tradiciones, antes ampliamente aceptadas, ahora enfrentan cuestionamientos éticos por parte de una sociedad más consciente del bienestar animal.
Una ciudad que evoluciona
Cali, con su rica diversidad cultural y étnica, está en un proceso de transformación. La ciudad ya no es indiferente a comportamientos que perpetúan la discriminación o la violencia, ya sea hacia las personas o los animales. La respuesta colectiva ante estos eventos demuestra una comunidad que exige respeto y coherencia de quienes tienen visibilidad pública.
Estos acontecimientos invitan a reflexionar sobre el papel de las figuras públicas y su responsabilidad en una sociedad que avanza hacia la inclusión y el respeto. La libertad de expresión es fundamental, pero no debe ser una excusa para perpetuar discursos que hieren o dividen.
Cali ha hablado y su mensaje es claro, en la ciudad ya no hay espacio para el racismo ni para la glorificación de prácticas que atentan contra la vida. Es hora de escuchar y adaptarse a los nuevos tiempos o serán cancelados.
Deja un comentario