Jue. Abr 25th, 2024

Carolina Mosquera lleva el sabor del pacífico y el Caribe regado por todo su cuerpo. Desde sus trenzas de colores que resaltan entre la multitud, hasta su voz que es inconfundible al escucharse la primera estrofa de una de sus canciones.

El don musical lo heredó de su madre quien combinaba su trabajo del hogar y la crianza de los hijos, con la grabación de discos que repartió entre familiares y amigos. Carolina, creció escuchándolas, viendo como bailaban y resaltaban sus raíces del pacífico con cada tonada, melodía y acorde. Y fue así, como desde niña supo que había nacido para nada más, que para cantar.

Carolina creció en el barrio San Marino, ubicado en uno de los sectores más vulnerables de la ciudad de Cali. A pesar de vivir la violencia, la intolerancia y la pobreza de cerca, Carolina siempre tuvo claro lo que quería para su vida. Con su voz comenzó a abrirse camino participando en diferentes concursos de canto, desde Rockopolis, hasta concursos de televisión como ‘La Voz Kids’ y ‘Idol Colombia’, en donde logró mostrar su talento pero siempre le faltaba ese ‘empujón’, para llegar más allá.

Empujón que llegó cuando decidió participar en el reality ‘A otro nivel’, donde desde su primera aparición se convirtió en una de las favoritas tanto del público como del jurado. Su voz particular, llena de fuerza y sabor pacífico, y un look que hacía que todos voltearan a mirar su actitud de niña y mujer, hicieron que Carolina se destacara hasta ser una de las finalistas del concurso.

“Cada vez que me subía al escenario sentía muchos nervios. Tenía a los jurados frente a mi, la cámara de Colombia detrás de ellos, y al público ahí en el teatro. Así que los nervios eran muchos”, cuenta Carolina, con una sonrisa en el rostro al recordar la experiencia.

En cada gala, Carolina hacía todo lo que desde niña había aprendido en el aspecto musical. Era innegable la experiencia que tenía y lo decidida que estaba a sacarle el máximo provecho a esa experiencia. Y así fue.

Fueron casi tres meses en los que, aunque estuvo físicamente lejos de su familia y amigos, espiritual y sentimentalmente estaba más cerca de ellos que de costumbre. Las buenas energías que ellos le enviaban a través de la pantalla de televisión cada noche, hicieron que ella aguantara la soledad y la nostalgia. Y al final la experiencia fue la más enriquecedora de su vida hasta ahora.

Después de su paso por el reality, Carolina se convirtió en una especie de gestora cultural en su barrio San Marino. Su meta es hacer que las drogas y las armas sean reemplazadas por música y baile. Darle a los niños y jóvenes del sector lugares en donde ellos puedan expresarse artísticamente y cumplir sus sueños como ella lo está haciendo.

“A pesar de que es complicado salir de un barrio así, la idea es luchar, la idea es nunca desistir, porque esa es la falla, rendirse fácilmente”, dice Carolina, cuando recuerda todo lo que ha luchado junto a amigos y familiares para llevar el arte a su barrio.

Y su carrera también comenzó a despegar. Cada noche desde finales del 2016, Carolina se presentaba en el bar La Obra, junto a otros amigos músicos y cantantes, demostrando la versatilidad de su voz al interpretar desde jazz y bossanova hasta pop y rock, sin dejar atrás su influencia del pacífico. Aún graba con su mamá y su tía, además de pertenecer al primer coro grupal caleño, al mejor estilo de Glee.

Su más reciente aventura es una gira por Europa junto a otros artistas caleños y vallunos que hacen parte de la agrupación La Mambanegra, acompañándolos desde mitad de junio de este año a lugares como Dinamarca, París, Amsterdam y en los próximos días aterrizará en Londres, Bélgica y Portugal.  El Guayaban European Tour, como ellos lo denominaron, ha llevado el sabor del pacífico y el Caribe a escenarios inimaginables, abriendo puertas que ni Carolina, ni sus compañeros, habrían imaginado.

Carolina es la muestra que no todo lo que se ve en los famosos realitys es tan orquestado y falso. Que no todos los que llegan a participar en estos programas lo hacen solo para brillar y tener 15 minutos de fama. Ella ha trabajado en sus dones artísticos, los ha perfeccionado y les ha dado forma y estilo propio desde que era una niña.

“Más que una estrategia del programa, yo lo vi como una oportunidad para mostrar mi talento y de conocer mucha gente talentosa”.

Desde que se paraba frente al espejo y tomaba un cepillo en la mano, simulando que era un micrófono y montaba los mejores espectáculos al puro estilo de Beyonce. Su paso por el reality le abrió muchas puertas, le dio confianza en sí misma y forjó su carácter. Ahora sabe que es exactamente lo que quiere y está trabajando para conseguirlo.