Columnas en plena estación de TransMilenio revelan la chambonada del metro. ¿Qué más se está construyendo mal?
Bogotá lleva décadas esperando un metro y no cualquier metro, sino uno moderno, funcional y bien integrado con el sistema de transporte existente. Por eso, cuando comenzaron a levantarse las primeras estructuras, muchos bogotanos respiraron con esperanza. Pero esa ilusión duró poco. Bastó con que aparecieran unas columnas plantadas en el centro de una estación de TransMilenio para que todo se desmoronara.

Sí, leíste bien. En el punto exacto donde debería construirse una integración eficiente entre el metro y el sistema articulado con columnas tipo pórtico ubicadas a los costados, se levantan unas gigantescas columnas de concreto que parte la estación en dos, entorpece la movilidad, interrumpe la visibilidad y contradice todo lo que mostraron en los renders oficiales.
¿Quién diseñó esto? ¿Quién aprobó que una columna se ubicara justo en medio del corredor? ¿Y por qué esa estructura no apareció en los renders oficiales que se usaron para socializar el diseño final del proyecto, si sabían que esa fase temporal tendría un alto impacto visual?
Esto no es un detalle técnico menor. Es un error de diseño monumental que evidencia la desconexión entre lo prometido y lo que realmente se está construyendo. Literalmente, una chambonada estructural en uno de los puntos más sensibles del sistema de transporte bogotano.
Desde la Alcaldía de Bogotá aseguran que las columnas ubicadas en medio de estaciones son parte de estaciones provisionales y que las definitivas tendrán un diseño diferente. Una explicación que llega después de la polémica que se ha generado. Sin embargo, esta justificación no apareció con claridad en los renders ni durante la socialización del proyecto. Hoy, esas columnas existen, alteran la ciudad y alimentan una sensación de improvisación que el discurso oficial no logra disipar del todo.
Las columnas que no nos mostraron
En los renders oficiales, la integración entre el metro y TransMilenio parecía fluida y armónica. Los pasajeros podían pasar de un sistema a otro sin barreras ni obstáculos. La estructura elevada del metro flotaba sobre la estación. Todo encajaba. Todo parecía pensado.
Pero la realidad es otra, y no solo por las columnas que nunca mostraron. También por el caos visual y estructural que ya se evidencia en zonas como la Caracas, entre calles 26 y 34. A esto se suman denuncias en barrios como Quiroga, Los Ángeles, El Tejar, Santander, Kennedy Central, La Perseverancia y el sector de la Primera de Mayo. Vecinos han reportado inseguridad, deterioro de vías, ruido constante y agrietamientos en fachadas. Todo esto ha llevado a una desvalorización inmobiliaria de viviendas que hace dos años se proyectaban al alza, hoy se venden por menos, si es que alguien las compra.
Lo que tiene Bogotá hoy no es un diseño funcional. Es una chambonada que parte en dos no solo una estación, sino también la confianza de quienes creyeron en el proyecto. La ciudadanía nunca fue informada con claridad de que esa sería la estructura temporal en una zona tan sensible y visible de la ciudad. ¿Engaño? ¿O simple negligencia?
Y lo peor, las columnas ya están ahí, y ahora nos dicen que hay que “adaptarse”. Pero Bogotá no puede seguir adaptándose una chambonada de esta magnitud, y menos cuando se trata de una obra que le cuesta a la ciudad billones de pesos.
Dejémoslo claro, no estamos en contra del metro. Estamos a favor de que se haga bien, respetando el espacio público, la movilidad y, sobre todo, la inteligencia colectiva. No se deben maquillar errores de diseño con excusas técnicas, ni vendernos renders bonitos para luego entregarnos concreto mal ubicado. Porque si estas columnas son solo el comienzo, ¿qué más se está construyendo mal sin que lo sepamos?
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