¡Que no se nos olvide celebrar el Día Nacional del Campesino!

El Día Nacional del Campesino es una conmemoración de nuestra diversidad y nuestra multiculturalidad como colombianos, sin embargo, esta historia también ha estado marcada por el conflicto armado interno.

El día del campesino es una oportunidad para reconocer las tradiciones culturales de esta población. Sin embargo, es también una ocasión para establecer un intercambio y un diálogo sobre la historia de los campesinos y cómo ha permeado su cultura y tradiciones, las cuales son parte fundamental de nuestra historia como nación.

Al observar la historia y la cultura campesina podemos comprender buena parte del origen del conflicto armado interno colombiano y, en general, de la historia del siglo XX, que tuvo como uno de sus rasgos más significativos las migraciones campo-ciudad.

Foto | EFE – Mauricio Dueñas Castañeda

Los campesinos y campesinas de nuestro país son depositarios de unas tradiciones que hablan de todos nosotros y de nuestra memoria histórica. 

En estas tradiciones podemos reconocer la diversidad cultural de nuestro país, puesto que en las áreas rurales también convergen la población indígena, los y las afrodescendientes, y todas las otras poblaciones que conforman nuestro país, en términos generales. 

En este sentido, el Día Nacional del Campesino, es también una conmemoración de nuestra diversidad y nuestra multiculturalidad como colombianos.

Historia

La historia de las y los campesinos en Colombia y en el mundo ha estado ligada a la producción agrícola, la cual ha determinado la ubicación geográfica de las familias campesinas y su lugar en la economía nacional. 

Colombia es un país que se ha caracterizado por las bonanzas económicas ligadas a la extracción de algunos productos mineros, energéticos o agrícolas. 

Estas bonanzas han determinado en cierta forma el destino de la población campesina y ha sido determinante en la configuración de la situación rural de nuestro territorio.

Desde la producción de quina, algodón, tabaco y caucho —que se data de antes de la colonia y se extiende durante el siglo XIX y parte del siglo XX—, pasando por las grandes plantaciones de plátano de finales del siglo XIX y parte del siglo XX hasta llegar a la bonanza cafetera del siglo XX y los actuales proyectos de producción de palma africana, Colombia ha organizado buena parte de su territorio y su población alrededor de estas bonanzas agrícolas.

Esta historia también ha estado marcada por el conflicto armado interno, siendo uno de los eventos más representativos de la violencia de Colombia, la llamada Masacre de las Bananeras (1928). 

Este desafortunado evento histórico configuró gran parte de las relaciones conflictivas entre el sector agrícola, el Estado y los terratenientes durante el siglo XX, al igual que se convirtió en referente de los movimientos campesinos que exigían mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.

Con la escalada del conflicto armado interno durante los años 80 y 90 del siglo XX, otro fenómeno afectó radicalmente a la población campesina: el desplazamiento forzado. 

Usado como estrategia de guerra por los grupos armados al margen de la ley (guerrilla y paramilitares), el desplazamiento forzado afectó de manera determinante las zonas rurales del país, forzando masivamente la movilidad de la población rural hacia las ciudades y cabeceras municipales, alterando nuevamente el mapa social económico y cultural de la población campesina en nuestro país.

En este sentido, la población campesina colombiana ha desarrollado su cultura y su identidad como población en un contexto marcado por la violencia rural y la inequidad de oportunidades con respecto a la población urbana. 

Sin embargo, esa cultura campesina ha logrado marcar su identidad de manera positiva y resiliente, sin dejar de lado su memoria histórica.

Es por esto que romper la brecha comunicacional entre el campo, que vivió los años más crueles del conflicto con las Farc, y las ciudades, es uno de los retos que tiene la implementación del acuerdo de paz. 

Durante el foro ‘El papel de la comunicación en el desarrollo rural de Colombia’, organizado en abril por la Unión Europea, en Bogotá, se insistió en generar confianza con las comunidades del campo, a través del diálogo directo, por lo cual se ve necesario tender un puente entre la periferia y el centro del país, ya que «la paz no es del Gobierno, es de todos los colombianos». 

Este espacio también fue la oportunidad para enfatizar en la necesidad de involucrar a las comunidades indígenas en la implementación de los programas del posconflicto.

Patrick Colgan, asesor de paz en Irlanda del Norte, destacó la importancia de los procesos de consulta con las comunidades en la construcción de la paz en el campo. 

Además, mencionó que es necesario involucrar y empoderar a los excombatientes y prisioneros es estos procesos, y lo más deseable es que las comunidades se integren tempranamente en las estrategias y decisiones. 

El experto irlandés resaltó la importancia de utilizar el deporte y las artes como herramientas de comunicación con las comunidades, así como darles espacios en los medios de comunicación. 

Un reto bastante grande e importante para los sectores culturales y de las comunicaciones. 

Bonus Track

En 1965, durante el gobierno del presidente Guillermo León Valencia, se estableció que el primer domingo del mes de junio se celebraría el Día del Campesino.

Un evento que desde entonces ha buscado el reconocimiento de los campesinos y campesinas en el desarrollo económico, en la seguridad alimentaria y en la conservación de las tradiciones culturales rurales de nuestro país.

Fuente | Mincultua