¿Quién decide qué acciones culturales son visibles? El Estado, el algoritmo o ambos. Un debate urgente sobre poder y libertad cultural.
La semana pasada, desde bizarromesa.com, propuse un debate clave, ¿debe el Estado financiar la cultura? La publicación no solo tuvo gran alcance, sino que generó comentarios valiosos. Uno de ellos decía, “El problema no es solo quién financia la cultura, sino quién controla el discurso.”
Hoy, ese comentario cobra aún más relevancia.
Instagram implementó una nueva política que permite a cada usuario decidir si quiere ver contenido político o social en sus sugerencias. Esto parece democrático, pero en la práctica puede tener consecuencias para quienes producimos contenido cultural y crítico.
¿Por qué? Porque la cultura es, por definición, un acto político. Cuando hablamos de migración, memoria, derechos culturales o racismo, estamos tocando temas sociales profundos. Y estos podrían ver su alcance reducido en las redes sociales.
La decisión de Meta de introducir este control, responde a una creciente presión global sobre las redes sociales y el riesgo de manipulación informativa. Sin embargo, el filtro no distingue entre propaganda y reflexión cultural. Todo puede caer en el mismo saco, desde memes políticos y fake news hasta análisis sobre la tauromaquia, el racismo, o el rol del Estado en el financiamiento de la cultura.
Aquí es donde la pregunta del post anterior se amplía, porque no basta con preguntarnos quién debe financiar la cultura, debemos preguntarnos también quién está decidiendo qué cultura es visible, qué debates llegan a más personas y cuáles quedan enterrados bajo el algoritmo.
Esta no es solo una reflexión teórica. Es concreta. Los últimos datos del post que publiqué en Instagram lo confirman: el 84 % de quienes vieron el contenido no eran seguidores. Es decir, el algoritmo permitió que ese debate se expandiera. Pero ¿qué pasará si ahora muchos usuarios dejan de activar la opción “ver más contenido político”? ¿A qué tipo de contenido estarán expuestos?

Actualmente, tanto el Estado como las plataformas tecnológicas ejercen formas de poder blando sobre la cultura. Si el Estado financia sin control, puede domesticar el arte. Si las plataformas filtran sin transparencia, pueden invisibilizar discursos incómodos.
Por eso, como comunidad de creadores y ciudadanos, es vital entender estas dinámicas y actuar.
Primero, exigiendo políticas de transparencia en las plataformas. Segundo, diversificando nuestros canales webs, newsletters o espacios independientes. Y tercero, educando a nuestra audiencia sobre cómo funcionan estos filtros.
¿Cómo?
Activar la opción “ver más contenido político” en Instagram es hoy un pequeño gesto de resistencia cultural. Apoyar medios como este, que busca sostener debates críticos desde la migración y la cultura, es otro. Porque la libertad cultural no debería depender ni del presupuesto estatal ni de los caprichos de un algoritmo.
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