Un concierto, un mensaje y una reflexión urgente: la cultura ya no sólo se vive, también se decide.
En el Movistar Arena de Bogotá, Massive Attack presentó un mensaje tan breve como contundente: “La cultura es un espacio en disputa. Los lugares donde transmiten los artistas y el público experimenta están cada vez más en las manos de corporaciones implicadas en genocidios y apartheid contra el pueblo palestino.”
Ese mensaje no es retórica vacía, es alerta sobre cómo se transforma el mundo cultural, donde gigantes del petróleo como BP, Shell o Chevron, según reportes, usan patrocinios culturales para lavar su imagen mientras bloquean políticas climáticas.
O mientras Google y Amazon producen series, festivales y becas para creadores, también ofrecen infraestructura digital al ejército israelí. Y Boeing, que patrocina museos de innovación, fabrica los aviones y plataformas que bombardean a Gaza y el Caribe.
Ese cruce entre arte, dinero y poder plantea una pregunta clave, ¿puede existir cultura autónoma cuando sus espacios se financian con capital comprometido?
Si los escenarios están sujetos al capital que lucra con la guerra, la explotación o la destrucción ambiental, entonces el arte se vuelve cómplice o campo de lucha.
Pero hay una buena noticia, el mensaje de Massive Attack señala el epicentro real del cambio, no solo son los artistas, sino el público.
Porque consumir cultura no es solo comprar el ticket de entrada, sentarse y aplaudir. Es decidir qué artistas o creadores sostenemos, qué estructuras apoyamos o qué futuros imaginamos.
Por eso, la cultura deja de ser pasado o presente exclusivo de artistas y se convierte en un espacio de ciudadanía activa.
El arte, cuando es libre, puede incomodar, provocar, despertar y para eso necesita un público que no solo consuma, sino que cuestione.
La cultura está en disputa y nosotros, como consumidores, como ciudadanos, estamos en el punto de quiebre. Participa y decide, porque el arte lo dice alto, elegir qué expresión cultural apoyas, a quién aplaudes, en qué escenario estás ya no es solo entretenimiento. Es responsabilidad.

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