Hablemos del poder corporativo que sostiene los Latin Grammy 2025 y lo que revela su backstage.
Los Latin Grammy son una celebración global. Luces, música, discursos emotivos y un desfile de artistas que representan lo mejor de la cultura latinoamericana. Pero detrás de ese espectáculo, existe una estructura económica y corporativa que rara vez se menciona. La edición 2025 del evento, la número 26 en su historia, volvió a poner sobre la mesa una pregunta esencial: ¿quién financia realmente la fiesta?
La gala no solo reúne talento artístico, sino también un grupo poderoso de patrocinadores. Entre ellos se encuentran Meta, Microsoft, Hyundai, Starbucks y American Airlines. Empresas que, aunque pertenecen a sectores diversos, están conectadas a sistemas de poder global que influyen en la política, la tecnología, la seguridad y los conflictos internacionales.
No se trata de acusar directamente a la música ni a los artistas, sino de observar cómo la cultura se sostiene sobre estructuras que muchas veces pasan desapercibidas.
META
Uno de los casos más visibles es Meta, empresa matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp. Aunque su negocio principal es la comunicación digital, Meta ha sido señalada por organismos como la ONU y Amnistía Internacional por permitir que sus algoritmos amplifiquen discursos de odio que alimentaron violencia étnica en Myanmar y Etiopía.
Además, investigaciones recientes han mostrado que en sus plataformas circularon anuncios para recaudar fondos destinados a equipamiento militar israelí durante la guerra en Gaza.
Meta no fabrica armas, pero su infraestructura digital tiene un impacto real en conflictos contemporáneos. Lo que ocurre en un servidor también puede escalar tensiones en el mundo físico.
MICROSOFT
Microsoft es otro de los patrocinadores que revela la complejidad del panorama. Aunque la empresa no fabrica misiles, sí construye tecnologías fundamentales para la guerra moderna como la nube militar, inteligencia artificial aplicada a análisis de datos y sistemas para instituciones de defensa.
No obstante, la compañía mantiene contratos multimillonarios con el Departamento de Defensa de Estados Unidos, y parte de su infraestructura ha sido utilizada por unidades militares de varios países. En la era digital, la guerra no solo se libra en los campos de batalla, sino también en los servidores.
HYUNDAI
En el caso de Hyundai, la relación con el poder militar tiene una particularidad, la empresa es conocida por la fabricación de automóviles, pero su división Hyundai Rotem produce algunos de los tanques más avanzados del mundo, como el K2 Black Panther.
Aunque no existen pruebas públicas de que este modelo haya sido usado en un conflicto específico, forma parte del complejo militar-industrial global que sostiene la defensa de múltiples países. Es un ejemplo de cómo un conglomerado presente en la publicidad de un evento cultural también opera en ámbitos de defensa estratégica.
AMERICAN AIRLINES
Por su parte, American Airlines ofrece una reflexión distinta. La compañía forma parte del Civil Reserve Air Fleet, un programa del Pentágono que activa aerolíneas comerciales en casos de guerra o crisis.
En 2021, durante la evacuación de Kabul, American Airlines fue movilizada para transportar miles de refugiados desde bases militares. No se trató de una acción bélica, sino humanitaria. Aun así, deja claro que las fronteras entre lo civil y lo militar son más difusas de lo que parecen.
STARBUCKS
Incluso marcas aparentemente “neutrales” o ligadas al consumo cotidiano, como Starbucks, se ven envueltas en tensiones globales. En los últimos años, la compañía ha sido objeto de múltiples boicots y debates políticos vinculados a la crisis en Medio Oriente. No porque fabrique armamento o tecnología militar, sino porque su imagen corporativa termina atravesando discusiones sobre identidad, consumo y geopolítica.
Cabe resaltar que este análisis no busca atacar a los Latin Grammy ni restar valor a la música. Todo lo contrario. La cultura es un territorio de celebración, identidad y memoria, pero también es un espacio donde el poder económico y político se filtra silenciosamente.
Comprender quién patrocina un evento cultural permite ver las conexiones que unen entretenimiento, tecnología, política y conflicto.
La fiesta continúa, sí. La música vibra, emociona y conecta. Sin embrago, mirar lo que hay detrás del escenario es también una forma de fortalecer nuestra conciencia cultural.
Porque, en última instancia, entender quién paga la fiesta es comprender cómo se construye el mundo que habitamos.

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