Vie. Jul 26th, 2024

Un nuevo galardón se suma a nuestro cine colombiano. El largometraje “Los Nadie​”, ópera prima de Juan Sebastián Mesa ganó el pasado 25 de mayo el Festival Cinelatino de Toulouse, con una historia que retrata con implacable honestidad los halitos rebeldes de la juventud en Medellín, desde una estética neorrealista en tiempos de post-conflicto y nuevas reparticiones del suelo tricolor. A continuación, un diálogo con un joven director, impregnado de fotogramas con espíritu punk.

Hace ya más 25 años, Víctor Gaviria, tal vez sin saberlo, nos robó para siempre el futuro con “Rodrigo D”. Una película tan colombiana como el piel roja pa’ pegar un porro, tan marginal como cualquier suburbio del tercer mundo, y con su tono honesto y crudo del documental y la estética neorrealista. Estalló nuestra psiquis con el vacío existencial y poético de unos personajes que navegaban en el nihilismo, en una Medellín donde cada quien se otorgaba el derecho de matar y descargar su ira en cualquier esquina; soñando con un futuro mejor, donde los sicarios y parceros se convirtieron en la metáfora de una juventud caótica y hostil, en el paisaje de la escena contracultural punk del Medellín de los años ochenta. La música vomitaba fuego anárquico desde el espíritu juvenil de la batería que deseaba tocar Ramiro Meneses, agresividad que también pudimos sentir con profunda rabia en la adaptación al cine de la novela, La Virgen de los Sicarios que hizo el director Barbet Shroeder de la obra mítica del escritor Fernando Vallejo.

Luego “Apocalipsur “(2007), dirigida por Javier Mejía, retrató la Medallo noventera y narcotraficante, para conmovernos con los relatos urbanos y la jerga callejera de jóvenes como Caliche, Malala, Pipe y La Comadreja, en un paisaje de traquetos, capos y otros sujetos de dudosa reputación.

En el 2016, otro nativo urbano de Medellín, Juan Sebastián Mesa Bedoya, ofrendó un nuevo relato a la cinematografía punkera de un país tropicalmente violento como Colombia, con el estreno nacional de “ Los Nadie”, película de apertura del FICCI 56 y ganadora del Premio del Público Circolo del Cinema di Verona, de la Semana de la Crítica del Festival de Cine de Venecia.

“Los Nadie”, título inspirado en el bello texto de una leyenda de la literatura latinoamericana, y luchador incansable de la justicia social como Eduardo Galeano, es una pieza audiovisual protagonizada por actores naturales con el aura rebelde suficiente para sumergir al espectador en un pogo fílmico y dionisiaco de 24 fotogramas por segundo a blanco y negro; donde se aprecia durante 84 minutos la travesía libertaria de cinco jóvenes —Pipa, Camilo, Ana, Manu y el Mechas— que desean con mucho fervor, escapar del omnipresente poder del pensamiento adulto céntrico que gobierna a la cultura paisa. Arrojándose de este modo a la carretera del sur más al sur, con el ímpetu y la libertad de sus artes callejeras, malabares, grafitis, tatuajes, y la vibrante compañía de la ideología Anarko Punk, y demás sonoridades que habitan las cloacas del nomadismo urbenauta, y su corte de funambulistas y otros mutantes.

“Los Nadie”, una película producida durante más dos años por Monociclo en clave de autogestión y deseo libertario, con un rodaje de diez días y una noche entre las Comunas 7, 10, 3 y 11, nos invita a desafiar los secuestros que comete el establecimiento sobre nuestros sueños, con el espíritu warrior de sus protagonistas, una generación de jóvenes llenos de sueños que quieren cambiar su realidad, alejándose del mundo destrozado y caótico en el que los han enseñado a vivir, sembrando un mundo nuevo en el que se cambien y se mejoren las relaciones con los animales, con las mujeres, con la naturaleza y con el entorno en el que vivimos.

Juan Sebastián, he escuchado que la película nace porque quisiste viajar por América del Sur, pero antes de viajar, ¿tuviste contacto con la contracultura del punk y cierto pensamiento libertario? Porque me gustó mucho ese contenido que subyace en la propuesta cinematográfica. ¿Cómo ha sido tu relación con estas filosofías de pensamiento ácrata?

Yo antes de viajar siempre estuve como muy metido en la escena del punk de Medellín. Tocaba en una banda, no estoy hablando de algo que en realidad no conozca, siempre estuve yendo a conciertos, parchando con amigos. Medellín es una escena muy punkera y el movimiento en algunos lugares es muy unido. Pertenecía a un grupo que se llamaba la Familia Gato Negro, que es un parche que se hacía en Bello. Un ensayadero donde se encontraban varias bandas, y simplemente era ir a parchar y tocar. Estar cantando como todo un domingo, hacíamos una recopilación de varias canciones; siempre he estado inmiscuido en el mundo del punk, todavía me gusta, pero ya estoy un poco alejado de la escena.

El viaje fue como el detonante para querer contar esta historia. La película surge por querer contar un sentimiento inexplicable, que en algún momento tuve, y era querer irme de Medellín por un montón de factores, por el contexto de la violencia y la familia. Un montón de cosas, que llegó un punto en el que se licuaron, y que no necesariamente es por todos esos factores sino que es un sentimiento inherente al ser joven en cualquier ciudad, el de querer viajar. El hecho de trascender el deseo e irse sin mente a viajar, es como lo que marca la diferencia. En el viaje te das cuenta que no sos solo vos quien tiene esa inquietud, se encuentra mucha gente viajando.

¿Qué estudiaste en la Universidad de Antioquia?

Comunicación audiovisual

¿Habías hecho antes algún ejercicio audiovisual con respecto al punk?

No. Nunca había hecho un acercamiento al punk desde el audiovisual, había hecho varios cortometrajes, entre ellos Kalashnikov (2013), que hizo parte del Short Film Corner del Festival de Cannes 2013, y Maquillando el silencio. Había trabajado temas más relacionados con el campo con el conflicto, y este es como el primer acercamiento a la escena punk.

¿Cómo surge toda esa cofradía de trabajo del colectivo cinematográfico? Porque se siente la complicidad con los actores.

La universidad siempre nos explicaba un poco, todas las estructuras verticales que se aplicaban al cine, que era el director, el productor, y de allí hacia abajo una cadena de gente. Cuando empezamos a hacer los primeros ejercicios nos dábamos cuenta que nos podíamos sentar todos en una misma mesa, a dialogar acerca del proyecto, y que no necesariamente necesitábamos una estructura vertical, y estábamos todos enfocados en crear algo en conjunto.

Fue algo que empezamos a aplicar en los primeros proyectos, obviamente hay unos cargos que se respetan, pero a la hora de opinar o dar una percepción acerca de algo, estamos ahí todos para escuchar. Esa ha sido la forma de trabajar en Monociclo, que es el proyecto que tengo con los amigos (José Manuel Duque y Alexander Arbeláez). Y a la hora de hacer la película fue una cosa bacana porque nosotros trabajamos con amigos, no con gente que llega a hacer un trabajo, sino con la gente que nos tomamos las cervezas, con la que salimos de fiestas. Los mismos actores entraban a hacer parte de esas dinámicas […] no estamos al frente de un director o un productor sino al frente, primero que todo de un amigo, y segundo, como toda esa parte de hacer la película.

¿Intentaste con tu equipo de producción tener relaciones no tan jerárquicas, en las que se pudiera discutir el guión? ¿O que los mismos diálogos con los actores naturales fueran surgiendo a partir de cómo iban sintiendo la historia?

No es algo que uno trate de hacer conscientemente, sino que nosotros nos sentimos bien trabajando mientras discutimos el guión. Obviamente siempre hay un guionista que toma la decisión, pero que puede escuchar, y muchas veces los aportes que llegan son muy valiosos, porque cerrarme y pensar que tengo la última palabra, donde todos pueden aportar, en último, el cine es un arte colectivo que se hace entre muchas manos.

En esta película es muy importante la música, ¿cómo se conforma la banda sonora?

La banda sonora se fue haciendo como entre amigos. La canción de Los Suziox que aparece al final (miseria), es una canción que siempre me ha gustado mucho, y a veces cuando estaba escribiendo el guión la ponía y decía esta canción refleja como ese sentimiento de querer irse y no poder, y con O.D.I.O. ( Oposición Dirigida a la Injusta Opresión ), uno de los actores, es su guitarrista y también entramos a trabajar con ellos. El punk es importantísimo en la película porque narra un montón de cosas. El punk es una forma de narrar la ciudad, de cómo los jóvenes la habitan, y lo ha estado haciendo durante décadas. La música es otra película dentro de la misma. Bandas como Renkore, Krujido, Los Suxioz y Terror Nuclear, comparten el mismo espíritu y se vincularon con la película, permitiendo usar su música.

¿Había referentes de este tipo de cine que te hayan influenciado ?

Referentes hay muchos, pero nosotros pensábamos que la película se encontrará a sí misma. Se empezará a buscar dentro de ese mismo universo que estábamos tratando de contar todas las anécdotas. No mirar hacia atrás, pues hay referentes grandísimos como Rodrigo D que es un referente fuerte. Con la película, queríamos como encontrar nuestra propia película, sin tener una carga en nuestros hombros. Dijimos vamos a darle la libertad, que ella nazca como ella quiera que sea, no cerrarla. Esta película es así, con sus características, con sus peculiaridades y sus problemas. No es una película perfecta, y tampoco lo queríamos que lo fuera; y eso es lo que hace que tenga su particularidad en algunos momentos.

¿Cómo te sientes ya después de verla? Y ya teniendo un poco más de distancia ¿qué reflexión tienes al respecto?

A mí me gusta. La hicimos pensando en qué nos gustaría ver en una pantalla. Porque hay una relación muy estrecha con ella, porque es muy difícil alejarse de las relaciones que uno tiene con los personajes cuando la ve, si me entiendes; cuando vos ves a la mona llorando yo estoy viendo otras cosas que trascienden un poco.

Es una película que fue una escuela, a la que le tenemos que agradecer un montón de cosas porque fue el primer acercamiento con un montón de procesos a los que nunca nos habíamos enfrentado, y que la película misma nos fue revelando y enseñando poco a poco.

De hecho la película es prácticamente lo que se ve; es lo que se rodó, no es como esas películas que tienen un primer corte de 4 horas, luego uno de dos. La película al tener tan pocos días para el rodaje, el material es justo. Había tomas que era como tener una toma para este plano, no hay otra opción o no lo haces. Era negociar con los productores, como jugar ese ajedrez allí, para que la película exista.

Los actores y el equipo la vieron fue en Cartagena, en el estreno que se hizo en el festival. De hecho nosotros la vimos terminada allá. Nosotros tuvimos un premio FDC de Cortometraje y con la plata hicimos maromas para hacer el largo, y luego accedimos al premio FDC de posproducción.

En la universidad nos dimos cuenta que se podía hacer cine sin tanta pose, parafernalia, sin tanta bulla, que en últimas lo que importa es lo que grabas, cierto, no necesariamente con que cámara ni con qué luces, sino que tengas algo que contar, y lo puedas hacer de buena forma y transmitirle un sentimiento a la gente. Nosotros tratamos como de desligarnos de esas dinámicas de producción tan ligadas a la publicidad, a tener “los juguetes” pues que llaman, y en últimas lo importante es lo que quieras contar. Y cómo lo cuentes, puede ser con una cámara piñatera o lo que sea.

La película se hizo pensando en ser consecuentes con ese universo que queríamos contar, y ser fieles a los actores, y a ese mismo espíritu de la película que es autogestionarse, y poder financiarse sin depender de un montón de cosas.

En Medellín hay una fuerte movida libertaria de la contracultura punk, de colectivos antimilitaristas y cultura viva comunitaria. Políticamente, ¿cómo la percibes a la ciudad luego de hacer esta película?

Medellín ha tenido avances importantes, pero tiende a meter todo debajo del tapete, esconder un poco de problemáticas que están latentes.

¿Cómo muy cosmética?

Exacto es una ciudad un poco superficial, un poco más maquillada como la quieren mostrar, y los jóvenes somos consciente de eso, gran parte de los jóvenes que vivimos en Medellín tenemos una contra respuesta a eso. Y simplemente muchos encuentran en el arte, la música, el teatro, y en un montón de expresiones artísticas que van mucho en contra de esa forma tan estetizada de querer vernos y mostrarnos al mundo.

Medellín es una ciudad con unas problemáticas latentes que vivimos a diario, el hecho de tener que mirar si podes pasar a una hora, por un lugar. Es una ciudad fragmentada, como en una tensa calma todo el tiempo, donde los poderes están allí en fricción, y hay un montón de pactos obviamente, pues que nadie desconoce; el pacto del fusil, (…) de actores armados que en últimas son los que mandan, y tienen el orden territorial de un montón de zonas. Se han tenido avances en muchas zonas de la ciudad, pero hay otras que están completamente desprotegidas, donde las estructuras de poder están desdibujadas, y el microtráfico y un montón de problemáticas que solamente se viven aquí y no en las otras ciudades. Aquí la extorsión es una fuente de financiación que se volvió algo completamente normal. La plata para la seguridad privada, una cosa absurda.

¿Cuál es tu banda sonora dentro del punk, a parte de las bandas de Medellín y que te hayan generado toda esta catarsis?

The Clash es una, me gusta mucho Dead Kennedys, ChaosZ, Eskorbuto y en un tiempo escuché mucho The Casualties.

¿Por qué los jóvenes han sido un tema recurrente dentro de la cinematografía de Medellín? Por ejemplo, la obra de Víctor Gaviria, Apocalipsur de Javier Mejía, y ahora tu película.

Cuando empecé a hacer la película, quería contar una película que sentía muy personal y quería hablar de un contexto que siento y conozco bien. Me interesaba ver en la pantalla algo con lo que me sintiera identificado. Si bien Rodrigo D habla del punk, es una escena un poco más criminalizada, y como con ese sentimiento de NO FUTURO. Es algo que ya ha trascendido hace rato y ahora ya hay una cosa más propositiva. Vivimos en este contexto pero ¿qué vamos a hacer para poder salirnos? Se trata de vivir como nosotros queremos, que es una forma más contestataria al respecto, no tan derrotista como “No te desanimes matate”. Vamos a hacer algo más propositivo. Vamos a hacer nuestro propio hormiguero “. 

Bonus Track.

«Muere lentamente quien no cambia de vida cuando está
Insatisfecho con su trabajo o su amor,
Quien no arriesga lo seguro por lo incierto
Para ir detrás de un sueño,
Quien no se permite al menos una vez en la vida huir de
Los consejos sensatos…
¡Vive hoy! ¡ Haz hoy!
¡Arriesga hoy!
¡No te olvides de ser feliz!»
— Martha Medeiros