Los retos de la cultura en el posconflicto
En los escenarios de reconstrucción de la confianza y la soberanía, a lo largo y ancho de todo el territorio de la nación, se presentan muchos desafíos.
En un artículo anterior hablé de los retos que trae la apertura intensiva del país al turismo. Otro aspecto que se nos presenta es la preservación de nuestro patrimonio cultural, representado en elementos como las costumbres, las expresiones artísticas autóctonas, en las arquitecturas típicas de cada región, o en las lenguas de grupos sociales y etnias.
En relación a éstas, en Colombia existen 68 lenguas habladas, según el inventario más actualizado realizado por el Ministerio de Cultura. De ellas, 65 son indígenas, 2 criollas (el creole y el palenquero) y 1 romaní (pueblo gitano).
En la página web del Ministerio de Cultura, se puede leer a este respecto: “El territorio colombiano alberga un número importante de grupos étnicos de origen amerindio y africano, en cuya realidad cultural se encuentra, como parte de su acervo identitario, un sistema lingüístico único que se diferencia de las lenguas de origen europeo y que han sido vehículo de transmisión de valores milenarios que se han preservado hasta nuestros días”.
Nuestras lenguas autóctonas, están expuestas a grandes amenazas partir de los contactos interculturales que se generan con la apertura de las zonas aisladas a la cultura occidental dominante. La disminución de los hablantes y la ausencia de políticas lingüísticas y sociales que favorezcan su preservación, han puesto en riesgo de desaparición a muchos de los dialectos originarios en Colombia.
Por ello, procurar por su conservación, en momentos en que el país se abre masivamente a visitantes nacionales y extranjeros, y a múltiples contactos pluriculturales, constituye un gran desafío.
Preservar nuestras lenguas nativas equivale a proteger algo que es realmente propio, único, y frecuentemente inexplorado.
Una lengua organizada sistemáticamente es más que un medio de comunicación; es una abstracción que da cuenta de la manera única en que grupos de seres humanos, en diferentes tiempos y lugares, han delimitado una parte del todo expresando esa delimitación de manera ordenada.
Cada lengua tiene un relato de origen que condensa su específica visión del mundo y que configura una cultura individual, aunque con lazos que unen unas a otras.
En palabras del antropólogo Wade Davis, en su libro Los Guardianes De La Sabiduría Ancestral (Editorial Sílaba, 2015): “Está en riesgo un vasto archivo de conocimientos y destrezas, un catálogo de la imaginación, un lenguaje oral y escrito compuesto de las memorias de innumerables ancianos y curanderos, guerreros, agricultores, pescadores, parteras, poetas y santos. En pocas palabras, la expresión artística, intelectual y espiritual de la experiencia humana en toda su complejidad y diversidad. Sofocar estas llamas, esta conflagración creciente y redescubrir una nueva apreciación de la diversidad del espíritu humano tal y como se expresa a través de la cultura es uno de los retos centrales de nuestros tiempos”.
Texto originalmente publicado en
lacebraquehabla.com
Reproducido con autorización de la autora.