Nos morimos de hambre y tenemos que tomar para matar las penas
«¡Fokiu men, mierda!. Fokiu men, nos morimos de hambre y tenemos que tomar para matar las penas, las penas… porque lo que falta es comprensión, cariño. Eso es lo que falta en este hijueputa Mariano Ramos»…
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Brayan Hurtado, se presenta en su cuenta de twitter (@brayanhurtado11) como un ‘Joven con la Esperanza VIVA, Contador Público de @Univalle’. Aparece en los agradecimientos y felicitaciones que le hacen al equipo de la Alcaldía de Cali a propósito de la atención de la emergencia sanitaria por la propagación del virus. Así de fanfarronas están las redes sociales de las administraciones municipales. Y como es costumbre por estos días, a las necesidades vitales de las personas más vulnerables, se le suma la indignidad de tener que aparecer frente a una cámara recibiendo mendrugos de pan disfrazados de grandes actos de generosidad.
El pasado 17 de abril, Brayan publicó un video con una condena: «si tienen plata para trago no creo que se estén muriendo de hambre, necesitamos mayor responsabilidad». Una mujer aparece como el personaje principal y al final de la grabación se enfocan unas botellas vacías de ron y de cerveza en alguna de las calles del barrio Mariano Ramos de la ciudad de Cali.
– «¡Fokiu men, mierda!. Fokiu men, nos morimos de hambre y tenemos que tomar para matar las penas, las penas… porque lo que falta es comprensión, cariño. Eso es lo que falta en este hijueputa Mariano Ramos»… gritaba la señora desde su balcón, entre ofendida e indignada, mientras se empinaba apuntando con el dedo medio (el dedo de la virtud aristotélica) a los ciudadanos caleños que conformaban el ágora de su nocturna disertación dialéctica.
«La indignidad de tener que aparecer frente a una cámara recibiendo mendrugos de pan disfrazados de grandes actos de generosidad».
Un mes antes, cuando apenas estaba empezando la propagación del virus en Colombia, la alcaldesa de Bogotá Claudia López, con la pedagogía impecable que caracteriza a los miembros del partido verde, dijo enfática: «de común acuerdo con el Señor Gobernador hemos decidido {que…} Bogotá va a restringir durante este mismo período, del viernes al lunes, el consumo de bebidas alcohólicas en cualquier establecimiento de comercio: tienda, restaurante, bar, etcétera. No podrá haber consumo. Si alguien desea comprar algún licor, una buena botella de néctar, por ejemplo, como parte de sus víveres, lo puede comprar. No hay ningún problema».
Los medios de comunicación nacional han dado protagonismo, imaginemos que gratuito, a las intervenciones de la alcaldesa. Y los siguientes casos reflejan el éxito de su campaña publicitaria:
1. El congresista del Centro Democrático Edward Rodríguez dijo que el 5 de abril a las 8:00 p.m., la policía llegó a su casa por una queja de ruido en el edificio. Y la W RADIO en el titular de la noticia se preguntó: ¿armó fiesta en plena cuarentena? Edward, en sus declaraciones a Semana TV aclaró: «o sea, estaba normal. Como cuando uno sale aquí al balcón a tomarse una cerveza».
2. El 11 de abril, la Policía Metropolitana de Villavicencio interrumpió una fiesta privada que se realizaba en una finca del corregimiento de Pompeya. Por orden de la Fiscalía General de la Nación, detuvieron 42 personas, incautaron 35 botellas de licor, 132 gramos de bazuco y 50 gramos de marihuana.
¿Por qué tanto escándalo? Alguien debería poder alegar invitándonos a que brindemos por el fracaso. Brindar, en vez de seguir aparentando sobriedad en medio de esta laguna que nos tiene en el límite de la existencia. Si muchos de nosotros tenemos los días contados por cuenta del hambre o del virus, ¿por qué no subirle el volumen a la música y celebrar la vida o lo que queda de ella?
(…)
En este estado si la alegría aquí no se nos queda,
seguiré ahogando las penas,
así que sálvese quien pueda.
Señor sobrio la presente es para informarle,
que el mundo nada que se acaba
y pienso emborracharme…
En este estado todo,
parece embroiled.
Ahora júzguenme, coma rila, aplauda,
es usted muy amable…
Una resaca más. Por AlcolirykoZ
***
«Muchas personas en Colombia están condenadas a muerte. Y como reos, no tienen alternativas justo antes de morir».
Así las cosas, deberíamos elevar los ojos al cielo y seguir uno de los consejos que, inspirados por el Dios, fueron dados por los sabios de Israel a su pueblo: “Dad el vino a los de amargo ánimo. Beban y olvídense de su necesidad, y de su miseria no más se acuerden” (Proverbios 31:6-7).
Algunos de ustedes me van a corregir porque mi exégesis no se corresponde al querer de Dios. Admito que este privilegio sea exclusivo de unos pocos iluminados.
Pero insisto en que los gobiernos han olvidado las virtualidades del alcohol. Muchas personas en Colombia están condenadas a muerte. Y como reos, no tienen alternativas justo antes de morir. Tal vez, las industrias licoreras deberían, en este momento, retribuir a sus consumidores tantos años de devoción y fidelidad. Y por tanto, incluir, como lo sugería la alcaldesa, una buena botella del precioso néctar en los víveres.
Autor | Fabián Andrés David Narváez
* Replicado con autorización