Si este domingo no sales a votar, ¡nos llevó el putas!

Hoy voy a vomitar lava de mi cabeza. Llevo varios días en un país donde los artistas mueren sin seguridad social ni pensión, donde los niños crecen si un padre, las mujeres son papá, mamá y cabeza de hogar, y la mayoría de hombres son básicos. Un país con una generación millennial que no sale a votar pero que ha crecido encima de la guerra, ha experimentando a qué huele la sangre y a qué sabe el dolor.

Es tan fuerte esta angustia, que ya mucha gente no cree en el amor, otros están cambiando su forma de ser y la libertad está pasando a ser libertinaje. Los conceptos sobre el sexo, la espiritualidad, las drogas, el compañerismo, el trabajo, las relaciones… todo está cambiando, y me abruma percibir que somos pocos los que vamos en otra dirección. Una revolución espiritual, sexual y humana.

Alguna vez leí que en Europa, luego de la segunda guerra mundial, los jóvenes han crecido sin guerra, —más de 80 años sin un conflicto armado—, con muchas oportunidades y sin familias destruidas por el sueño americano. Contrario es lo que nos ha pasado a muchos jóvenes colombianos. Aquí llevamos más de 40 años de conflicto, el dinero no fluye, trabajo no hay, la corrupción es el pan de cada día y se avecinan desastres naturales. Entonces siento que estamos en una balanza tan injusta que realmente deseo un cambio.

Este fin de semana son las votaciones presidenciales, se viene una nueva oportunidad para que las cosas cambien en nuestro país, no solo en el sentido político y económico, sino como seres humanos que merecemos respeto y una vida digna. Sin armas, resolviendo los conflictos con la palabra y no con tiros; sin robar, sin mentir, sin pedir rebaja y menospreciar el trabajo de los demás, y donde ser empresario sea más fácil.

Es increíble cómo la balanza en la que estamos es tan injusta. Anhelo despertar el próximo lunes en una Colombia diferente, pues no quiero sentirme orgulloso de ser colombiano solo cuando James, Falcao, Quintana o Pajón, dejan el alto el nombre de nuestro país. También quiero sentirme orgulloso por nuestra educación, por el servicio de salud y pensión; por las oportunidades laborales, por nuestra tecnología y códigos éticos, y porque sabemos aprovechar nuestra riqueza ecológica.

El domingo se define el futuro de nuestro país durante cuatro años y aunque hay seis candidatos a la presidencia que han hecho propuestas y le han metido billete a sus campañas políticas, realmente siento que es hora de un dirigente humanitario, espiritual y que sienta amor por los colombianos que han perdido un familiar, han sido secuestrados, que no tienen trabajo, tampoco salud ni pensión o un hogar donde vivir.

Necesitamos un cambio porque lo merecemos, somos un país con mucho talento, lleno de creativos, de gente amable y humilde que se está quedando estancada y son pocos los que avanzan.

Gran parte del futuro de este país está en la educación de los niños, en el desarrollo económico, en la reforma integral de la salud, en la revolución del amor, la música, el arte, nuestra cultura, los libros y la conservacion de medio ambiente. Pero definitivamente, el futuro de este país está en un voto que se levante y salga desde el corazón, porque si se queda durmiendo el domingo, pailas, ¡nos llevó el putas!