De poetas y locos
— ¿Hola Amiga?
— Hola, ¿cómo estás?…
— Sabes, a veces quisiera que dejaras de hablarme.
— Es imposible, soy tu mente.
— ¿No puedes irte de vacaciones?
— A donde yo voy, tú vienes, y a dónde tú vas, yo voy.
— ¡Mierda!… Es que tú hablas mucho.
— Lo sé, pero al igual que tú, padezco de locura.
— ¡Mierda!.. Siento que contigo no puedo ser lo que quiero ser.
— Yo tampoco contigo.
— Pero es que no quiero morir volviéndome loco con tu voz.
— Es tan difícil callarme. Hasta mi silencio hace ruido.
— Entonces, mientras escucho Nada de Alcolirykoz, ayúdame a ser un buen escritor, un buen periodista o un artista, pero ayudame…
— Eso es lo que intento cuando te ¡Hablo! ¡Hablo! ¡Hablo! ¡Hablo! ¡Hablo! ¡Y hablo!…
— ¿Crees que juntos seremos un artista?
— ¡Sí, lo creo!
— ¿Puedo confiar en ti?
— ¡No!
— Entonces, ¿cómo tú y yo seremos lo que quiero ser?
— No lo sé, pero al igual que tú, muy en el fondo hay algo que me dice que sin ti no sobreviviré, y tú sin mí serás nada.
— ¡Mierda! ¿Siempre estará en mi cabeza?
— Sí.
— ¡Vida hijueputa!…