¿Por qué el resto de Bogotá, de Colombia, no podía ser como la hermosa, tranquila y esnobista Zona G?
COLUMNA || Ayer la cama comenzó a moverse de lado a lado. Yo estaba dormido. Soñaba con mujeres con cabezas de animales que me masturbaban y me besaban, mientras me encontraba acostado desnudo, con algunas cobijas encima, y a nuestro alrededor otras mujeres saltaban, brincaban, gritaban, se reían y se arrojaban entre ellas pedazos de pizza de pepperoni y de «Todas las Carnes». El sabor que más me gusta, pero que tiene distintos nombres dependiendo del establecimiento… En fin…
Por: Daniel Vivas Barandica
@dani_matamoros
Era bien rara la situación que estaba viviendo, pero obvio no me molestaba. Una de las mujeres tenía un culote. Unas tetazas y cabeza de coneja. Otra tenía senos pequeños —con «pezones franceses»— culo redondito y cabeza de gata. Ambas, dentro de lo erótico fantasioso —sin caer en la zoofilia— eran hermosas.
A ver… Era mi sueño y todo estaba bajo los parámetros normales de un surrealismo divino/celestial antropomórfico. Yo solo estaba ahí acostado mientras una me agarraba la verga. La otra me daba besos por el cuello, y por encima de nuestras cabezas volaban pedazos de pizza que nunca se encontraban con las paredes.
Las mujeres que estaban alrededor —de las que me acuerdo— tenían cabezas de halcón, águila, lobo, zorro, guacamaya, ardilla, perro y pájaros raros. Sé que habían más y también tenían cabezas de animales pero mi mente no las visualiza con precisión… Algunas creo que eran como los dioses egipcios esos… Todas estaban semidesnudas, mostrando las tetas pero con calzones o mantas que les cubrían la cuca.
Algunas llevaban tacones, otras tenían Adidas Superstars o Nike Air Max 90. Debo confesar que las de tacones me arrechaban más que las que tenían tenis. Recordé esa parte de la película «Ojos bien Cerrados» de Stanley Kubrick donde Tom Cruise está en la casa de una gran logia de «oligarcas», con puros viejos con máscaras venecianas que tienen sexo con mujeres similares.
Recordé que son bastantes las veces que el bueno de Tom Cruise no nos falló. Recordé que siempre he querido ponerme una de esas hps máscaras, como la que usaban los médicos de la peste (conocida como «Dottore Peste»), que luego fue usada por la nobleza para mezclarse con el pueblo en ocasiones especiales, e «institucionalizada» en El Carnaval de Venecia para ocultar las caras de personajes que asistían a estos agasajos en busca de placer y lujuria…
La cama comenzó a moverse más rápido y de la nada las «mujeres» que me estaban haciendo gozar, empezaron a gritar asustadas. Yo seguí allí acostado, consternado y las vi pararse y salir corriendo, junto a las otras que dejaron de lanzarse pedazos de pizza. En un momento quedé solo en ese gran cuarto blanco.
Las puertas del gran balcón de la habitación se abrieron de golpe, y pude ver cómo unas cortinas, también blancas, se alzaban para dejar entrar a dos cuervos que revolotearon un poco por el lugar y luego se volvieron a ir… La cama se movió más rápido de lado a lado y desperté…
El sol atravesaba la parte lateral del blackout de la habitación del Hotel Boutique Zona G, donde había decidido quedarme esta temporada en Bogotá. Siempre había querido vivir más de dos semanas en un hotel cool y decente de la capital. Puede ser una bobada pero yo quería tachar eso de la lista. Me tardé diez segundos en darme cuenta que el movimiento de mi cama se debía a que estaba temblando en el mundo real. Me dio un poco de miedo. Cerré los ojos. Tenía mucho sueño. Cerré más duro los ojos con la esperanza de volver a donde esas mujeres de ensueño. La cama se sacudió más fuerte. Ya era imposible volver a ese paraíso…
Afuera se escuchaban voces, murmullos, pitos, alarmas de carros, pasos, uno que otro grito… Nadie vino a tocar a mi puerta… Al parecer a nadie le importó mi vida en ese momento. Dejé el miedo a un lado. Me relajé. Me eché una cobija encima y comencé a disfrutar el ajetreo de mi cama… Me quedé esperando que temblara más duro y quizás un pedazo de techo se desprendiera y acabara con mi humanidad… Pasaron 20 segundos… Nada… «El bamboleo» se detuvo… Boté las cobijas al piso con un solo movimiento de mis brazos. Me paré frente a la ventana que daba contra la calle, diagonal a un Starbucks… Varias personas agrupadas comentando la situación. Reían, se tocaban el pecho… A la gente parece que le excita los temblores, las posibles catástrofes… Eran como las 10:30am. No me quería ni imaginar la mano de babosos que ya me habrían hablado por WhatsApp… Tomé aire y me quedé mirando a la calle, los restaurantes, los bares, la gente, los diversos establecimientos… ¿Por qué el resto de Bogotá, de Colombia, no podía ser como la hermosa, tranquila y esnobista Zona G?…