Sáb. Jul 27th, 2024

Es inevitable no sorprenderse al visitar las ruinas de Armero y ver lo que ha pasado durante las últimas décadas; lo que quedó de la tragedia. Un espacio lleno de visitantes que recuerdan en cada una de sus calles la naturaleza de la vida y la muerte. Una parte de la Colombia contemporánea asociada a la sensación de dolor, con muchas preguntas aún por resolver.


El próximo 13 de noviembre de 2018, la Tragedia de Armero llega a la edad de cristo y a sus 33 años su memoria continúa más intacta que nunca.

En el Norte del Departamento del Tolima, ya es común ver como arriban diariamente curiosos y turistas a contemplar lo que quedó de este municipio, que en su época era la tercera población más grande de su departamento.

La tragedia de Armero encabeza la lista en la historia de nuestro país como el suceso natural que más vidas ha cobrado, superando la cifra de 20.000 personas fallecidas.

También es curioso ver cómo durante los últimos años, escribimos sobre una cultura amarrada a la fe y al dolor.

Tenemos una curiosidad natural de visitar este tipo de lugares para recordar momentos y espacios que han llenado de cicatrices nuestra historia colombiana, tal vez, por la necesidad de descubrir lo “bendecidos” que somos.

Al observar un territorio en ruinas, que aún huele a muerte y desolación, nos sirve como herramienta para llenarnos de gratitud hacia nosotros mismos y hacia la vida.

Después de 33 años, somos espectadores de lo que quedó de este desastre. Una amplia lista de víctimas que seguramente dejaron cosas pendientes en el momento que los sepultó una avalancha, proveniente del Nevado Del Ruiz.

Si embargo, que las Ruinas de Armero se conviertan en un nuevo destino turístico de la Región Andina colombiana, no se podría calificar de bueno o malo, sencillamente se podría decir que hace parte de una cultura que lleva a recordar lo doloroso e inevitable que es la vida.

Gracias a este suceso, han surgidos nuevas maneras de ver y entender la ferocidad de la naturaleza y lo sorpresiva de la misma.

De igual manera, se han escrito nuevos imaginarios y códigos semióticos que atribuyen por ejemplo, poderes de sanación, realización de milagros o acontecimientos sobrenaturales.

A Omaira Sánchez, la niña de 13 años que murió y adquirió reconocimiento en el mundo, después de estar atrapada por tres días en el lodo, hoy es un ícono no sólo de esta tragedia, sino también de la fe.

Personas de todas partes se acercan a su tumba a pedirle favores o milagros, otras a llevarle juguetes y dejarle mensajes de gratitud a las plegarias concedidas por la pequeña.

Es así como después de 33 años de esta tragedia, el recuerdo de Armero muta y sus ruinas se convierten en una máquina del tiempo que resiste a quedar en el olvido.

Una historia que transporta a los visitantes a la naturaleza de la vida y la muerte, y al mismo tiempo, les regala un poco de bálsamo para sus dolores a través de la fe.

Escrito por: Leuman Carrillo
@leumancarrillo