No voy a permitir que mis hijos estudien periodismo
Tengo dos hijos. Martín de siete años, y Juanita de seis. Martín me ha dicho que cuando grande quiere ser guardameta. Juanita sueña con ser patinadora y cantante. Ya están en la edad donde comienzan a preguntarse qué hacen sus papás. Yo les he explicado que soy periodista, al igual que mamá. Y a raíz de sus preguntas, me he comenzado a plantear cómo debería reaccionar si en el futuro me salen con que alguno de ellos quiere ser periodista.
Desde hace tiempo me he venido inclinando por aconsejarles que no estudien periodismo. Mi principal argumento es bastante pragmático: para construir un puente es necesario haber pasado por una facultad de ingeniería; para sacar una muela, por una facultad de odontología; para defender a un acusado ante los estrados judiciales, por una de derecho, y así. Pero para ejercer el periodismo, no es indispensable haber pasado por una facultad de periodismo o de comunicación social, como llamamos a la carrera en Latinoamérica.
Son abundantes los ejemplos de grandes periodistas que no estudiaron periodismo. García Márquez estudió derecho, aunque el bogotazo interrumpió su carrera. Juan Gossaín, uno de los grandes mentores del periodismo colombiano, es contador público. Ted Turner, el creador de CNN, estudió literatura y economía. Malcom Gladwell, mi periodista favorito por esta época gracias a su podcast Revisionist History, es historiador y matemático.
Retumban todavía las palabras del maestro Miguel Ángel Bastenier, quien insistía que a hacer periodismo se aprendía realmente en la sala de redacción, no en las universidades. El mismo Gabo concebía la enseñanza del periodismo como algo que debía hacerse con el método de los maestros renacentistas: pequeños talleres donde el maestro tiene contacto personal con un grupo selecto de aprendices dispuestos a escribir hasta que duela la mano.
Precisamente ahí creo que radica la falla de la mayoría de facultades de periodismo y comunicación social. Se les ha olvidado enseñar lo fundamental para un periodista, que es escribir bien. Los egresados de hoy en día salen de estas facultades manejando muy bien programas de edición de audio y video, cámaras, micrófonos y luces. Pero cuando les pides que escriban un párrafo, comienzan a sudar petróleo. Bien lo decía hace poco Esther Vargas, “un periodista que no sabe escribir bien, tiene el 80 por ciento de su carrera arruinada”.
Cuando se ha presentado alguna vacante en las empresas donde he trabajado y hago parte del proceso de selección, solamente exijo una prueba: le pido al aspirante que guarde su teléfono celular, le entrego papel y lápiz, y le pido que escriba en 15 minutos a mano una noticia sobre cualquier hecho de actualidad en no más de 8 párrafos. Esto me permite evaluar la estructura mental del aspirante y su ortografía. En la mayoría de casos, todos los aspirantes cometen los mismos errores, en especial el de la tilde diacrítica: confunden cuándo usar qué o que, si o sí, como y cómo.
Para confirmar mi convicción sobre lo desaconsejable que es hoy en día estudiar periodismo, está el tema del desempleo. Las facultades de comunicación están egresando más estudiantes de los que el mercado laboral puede acoger. Nieman Lab acaba de publicar un artículo donde Marlee Baldridge cita cifras escalofriantes para el caso norteamericano. Mientras que en 2007, el número de licenciados en periodismo era 70.000; para 2016 la cifra ascendía a más de 90.000. Pero si comparamos 2007 con 2016, el número de personas empleadas en el sector de comunicaciones ha caído en más de 100.000 puestos de trabajo. El único sector donde hay crecimiento es el de las publicaciones digitales, mientras que en radio, televisión y periódicos, la caída es dramática.
¿Por qué hay entonces cada vez más gente estudiando comunicación y periodismo, cuando las oportunidades laborales son año a año más escasas?… Va a sonar duro, pero creo que es la verdad: porque la licenciatura en periodismo es muy fácil de cursar.
No me malentiendan aquí. No quiero que mis hijos estudien periodismo. Pero me encantaría que fueran periodistas. Como decía Gabo, es el mejor oficio del mundo. Si llegado el tiempo de elegir carrera, Martín o Juanita deciden seguir los pasos de sus padres, los animaría a hacerlo. Simplemente les sugeriría que obtuvieran primero una licenciatura en un una carrera de humanidades donde aprendieran a escribir bien y estructuradamente. Literatura, filosofía o historia me parecen buenas opciones. Mientras cursan su carrera, los motivaría a colaborar con el periódico o la emisora de la universidad, y publicaciones afines a sus intereses. Y luego sí los invitaría a que hicieran una especialización en periodismo. ¿No harían ustedes lo mismo con sus propios hijos?
Texto originalmente publicado en
fnpi.org
Replicado con autorización.