La marihuana y el cerebro: del uso recreativo al abuso
Una buena calidad de vida muchas veces está en el balance de las cosas que hacemos, pensamos y consumimos, por lo que la marihuana además de, esa gran reivindicación colectiva que le estamos dando debe también, volver en cierta medida a la idea de consumo en sus inicios.
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Para poder entender a profundidad que es el cannabis (coloquialmente conocido como marihuana, porro, vareta, maría, etc.) y su efecto característico después de un par de ‘plones’, debemos hablar sobre el sistema endocannabinoide el cual es el responsable y está presente en cada uno de nosotros desde antes de nacer.
Este sistema de receptores de cannabinoides es único, no existe en el cuerpo humano otro sistema de receptores específicos de sustancias ‘ilícitas’. El mecanismo de acción de la mayoría de las sustancias psicoactivas se hace por los canales y receptores de neurotransmisores tradicionales como el de la serotonina, dopamina, adrenalina, etc.
Desde esta perspectiva, se podría sugerir entonces, y retomando un poco de historia, que el cannabis data sus primeros usos en la humanidad desde hace más de 4000 años, cumpliendo así un papel fundamental en la evolución, desarrollo y neuromaduración del Homo-sapiens en sus primigenios usos medicinales y rituales espirituales, dotándole al sistema nervioso una mayor complejidad para asimilar, responder e interactuar con esta sustancia y planta sagrada.
Característica biológica y física que se mantuvo en cada uno de nosotros a través del tiempo y de la historia hasta el día de hoy.
El sistema endocanabinoide posee receptores que se encuentran distribuidos en el sistema nervioso central (SNC), en algunos órganos y células sanguíneas, sin embargo, no todos los receptores de este sistema son iguales.
Existen dos tipos, siendo receptores CB1 los que se encuentran en el sistema nervioso central, principalmente y de manera más abundante en regiones específicas del cerebro como hipocampo (memoria y nuevos recuerdos), ganglios basales (iniciación e integración del movimiento), amígdala (emociones y sentimientos) y cerebelo (movimiento, coordinación y ejecución motora).
Y los receptores CB2 ubicados en el sistema inmune y células hematopoyéticas (células madre sanguíneas), por lo que después del consumo solo es a través de los receptores CB1 que se da paso a los efectos característicos sobre la psique y la circulación de las personas.
Si bien con el aumento de investigaciones científicas se le ha empezado a dar una nueva reivindicación social y cultural al cannabis delegándole cualidades curativas, medicinales y que promueven el bienestar corporal general, también ha traído consigo algunos efectos negativos individuales y colectivos.
Este auge del uso de la sustancia, ligado a un capitalismo y afán de lucro por industrias y productores sumado a la deficiente información, prevención y educación para regular el autoconsumo, ha provocado la preocupación por la aparición de efectos secundarios sobre la salud de las personas, especialmente dentro de un contexto de abuso de uso del cannabis.
No es un secreto que todo consumo en exceso es perjudicial para la salud, desde tomar agua hasta fumar marihuana.
Varios estudios publicados en los últimos años han demostrado que el abuso del cannabis trae consigo fuertes cambios sobre el cerebro humano, principalmente en aquellas personas que inician el consumo en edades tempranas.
Cuando se consume cannabis, el THC (sustancia responsable de los efectos psicoactivos) se une a los receptores CB1 ubicados en las regiones específicas del cerebro, regulando y modulando la liberación de los neurotransmisores GABA (responsable de la inhibición) y Glutamato (responsable de la excitación) por lo que automáticamente se producen los efectos conocidos sobre el dolor, la ansiedad, la cognición, el apetito, el estado de ánimo, el sueño y la memoria.
Entre mas THC se consuma, más pronunciados serán los efectos sobre los niveles mencionados anteriormente.
Investigaciones sugieren que cuanto más se estimulen estos receptores CB1 presentes en regiones específicas cerebrales, mayores serán los efectos secundarios que puedan presentarse a largo plazo.
Estudios de neuroimagen estructural sobre estas regiones ricas en receptores CB1 demostraron que un uso abusivo y habitual de cannabis puede provocar cambios en el volumen y la estructura de estas regiones.
A nivel del hipocampo, la amígdala y el cerebelo se encontraron alteraciones y una reducción en el volumen y tamaño de las regiones en consumidores habituales, abusivos y crónicos de cannabis, siendo más marcado ese cambio en usuarios que iniciaron su consumo antes de los 18 años.
Que se encontrara una reducción en el volumen de estas regiones está relacionado con una perdida y disminución de capacidades cognitivas vinculadas a las mismas.
Un hipocampo más reducido provoca una disminución en la capacidad de generar nuevos recuerdos. Una amígdala más pequeña tiene una influencia directa con la modulación de las emociones y los sentimientos haciéndolos más negativos. Un cerebelo de menor tamaño está relacionado con dificultades motrices, los reflejos y los movimientos finos.
El refrán popular de un amigo que le dice al otro: ‘La marihuana me provoca pérdida de memoria y otras cosas que no me acuerdo’, nunca tuvo tanto sustento por la ciencia, pues efectivamente un usuario habitual, crónico y abusivo de cannabis no puede recordar de una manera más eficiente como un usuario que consume literalmente de manera recreativa y social (una vez cada tanto o en ocasiones especiales).
Su hipocampo encargado de la memoria ha sufrido una alteración en su estructura y tiene ahora mayores dificultades con esta actividad cognitiva.
Estas afectaciones son mucho más preocupantes si el inicio del consumo se hace en edades tempranas cuando el desarrollo cerebral optimo no se ha alcanzado (de 18 a 21 años) lo cual trae consigo una interrupción en la maduración adecuada del cerebro llegando a provocar efectos negativos y en muchos casos irreversibles sobre la vida adulta.
Una buena calidad de vida muchas veces está en el balance de las cosas que hacemos, pensamos y consumimos, por lo que el cannabis además de, esa gran reivindicación colectiva que le estamos dando debe también, volver en cierta medida a la idea de consumo en sus inicios, donde el uso de cannabis traía consigo un respeto implícito por el uso de la sustancia.
Si hemos dado como sociedad el paso y la decisión de darle un lugar en nuestras vidas para mejorar nuestras relaciones sociales, personales y con nosotros mismos, que sea siempre consciente y de manera responsable donde prime la salud por sobre el deseo al uso de la sustancia.
Si el debate es ahora regular para que todos podamos acceder a una manera más amplia de entender y experimentar la vida desde una perspectiva más consciente, responsable, digna, libre de prejuicios y justa, debemos controlar primero la sustancia y no que ella nos controle a nosotros y nuestra salud.
Sin una buena salud mental y física será cada vez más difícil como sociedad tomar decisiones más acertadas, especialmente para esta generación y las generaciones venideras.
Al final la decisión de regular, reivindicar, promover y entender al cannabis como un bienestar social no dependerá ni de gobiernos, ni de ONGs, ni de activistas, dependerá única y exclusivamente del consumidor y la relación de él con la sustancia.
Autor | Juan Camilo Carvajal
Fuente | Échele Cabeza