Jue. Abr 25th, 2024

Finalizaba la celebración del cumpleaños de una tía cuando tres primos vimos una foto del incendio en Cristo Rey que se hizo viral en redes sociales. El escenario apocalíptico del fuego a los pies del Cristo nos despertó vivamente la curiosidad y tomamos la decisión de ir  a tomar una foto. Ya eran las diez de la noche, pero según las fuentes de Facebook, Instagram y Twitter, los bomberos aún combatían las llamas.

Ph: Pablo Chaco
Ph: Pablo Chaco

El pasado fin de semana, alrededor de las cinco de la tarde, un incendio arremetió contra el cerro de Cristo Rey, al oeste de Cali, en un sector aledaño al zoológico y el club Saltamontes donde por poco quema al Cristo.

El fuego, que se extendió con velocidad vertiginosa hacia la cima debido a los fuertes vientos de agosto, logró ser controlado por el cuerpo de Bomberos de Cali, quienes evacuaron a los turistas, elevadores de cometa, carros y motocicletas, para combatir a manguera y batefuego, las llamaradas que ascendían hacia los pies del salvador con brazos abiertos.

Seis horas y media después de haber iniciado el incendio, las dos brigadas forestales junto al personal de seis estaciones sumaron noventa bomberos, tres carrotanques y cinco máquinas extintoras, controlando una quema que aún avanzaba como una serpiente de fuego, muy cerca al conjunto residencial el Mameyal frente a Terrón Colorado.

Decididos a que teníamos que tomar una foto del fuego, nos aventuramos con la esperanza de poder hacerlo. En el camino, cerca al cerro, nos encontramos con un gran número de bomberos agotados comiendo, recargando energías y uno de ellos nos corroboró el sitio del foco.

Cuando llegamos al Mameyal, nos metimos por la falda de la montaña con la luna como única luz. Atravesamos una puerta semejante al agujero de Alicia en el País de las Maravillas, bordeamos una cerca hasta encontrarnos en la oscura vastedad de la ladera y seguimos el norte del humo.

Caminando por la trocha, nos encontramos con los Bomberos Voluntarios de la Brigada La Tour armados con batefuego, quienes nos aconsejaron que si queríamos llegar hasta el foco, nos mantuviéramos alejados de los pastos altos, que tuviéramos mucho cuidado con los volados y que procuráramos reconocer una vía de escape en caso que el fuego nos arremetiera con un ataque repentino.

Ph: pablo Chaco
Bomberos Voluntarios de la Brigada La Tour / Ph: Pablo Chaco

Sin embargo, nos tomó aproximadamente una hora llegar hasta el punto donde se veía el camino labrado por el incendio. Cada paso que dábamos era una exigencia de concentración física y mental. Varias veces nos extraviamos entre el pasto alto y en algunas ocasiones la apariencia del suelo nos engañó con su firmeza.

Fue el sentido común y la prudencia lo que nos detuvo, y aunque el fuego parecía estar a dos kilómetros, a esa distancia ya se sentía el calor. El chisporroteo de las llamas llegaba nítido a nuestros oídos mientras las vaharadas de humo rojizo se desprendían de las lenguas de fuego.

El cielo despejado ornaba el horizonte con estrellas y nubes negras y en la negrura aceitosa junto al fuego, de vez en vez asomaban las linternas de cabeza de los bomberos para luego desaparecer como luciérnagas que se encienden y se apagan. Diminutas luciérnagas que combatían con coraje y sin tregua, la inmensa e implacable serpiente de fuego.

En ese momento como en ningún otro pudimos apreciar la valentía, la entrega, la abnegación y la determinación del cuerpo de bomberos que acuden a todo tipo de emergencia en la ciudad.

Aquellos hombres y mujeres enfrentan al fuego con gallardía, disciplina y elegancia, a pesar de terminar tiznados de pies a cabeza y en algunos casos sin remuneración económica ni mención de gloria, mientras sus familias los esperan en casa.

Pesados con su indumentaria y las herramientas, atraviesan el mismo campo que nosotros y no se detienen ante el calor o el chisporroteo, sino que se avientan a sofocar la amenaza a golpes de cuero.

El Subteniente John Fitzgerald Rodas, Jefe de Emergencias del Cuerpo de Bomberos y con veintiséis años de experiencia encima, dibujó un panorama de la situación: “Esta época de julio, agosto, septiembre es considerada la época de incendios forestales, pero no hemos tenido tantos incendios como en otros años.”

También tildó de tradicional este incendio en Cali ya que sucede cada dos o tres años y atribuyó el posible origen a vándalos, bandas criminales, bañistas descuidados o quemas de basura por particulares que se salen de control.

Mientras tanto, sentados sobre unas piedras, apreciando el desigual combate, las llamas parecían adquirir fuerza pero los bomberos ganaban terreno, aunque la serpiente de fuego seguía agitando con violencia la montaña.

Ph: pablo Chaco
Valentía, entrega, abnegación y determinación / Ph: Pablo Chaco

Agotados, regresamos al carro a las dos y media de la mañana mientras los bomberos continuaban su combate. Llegamos hasta donde nos propusimos y el fuego quedó retratado.

No obstante, el Subteniente Fitzgerald informó: “Es un incendio al que nosotros le desplazamos mucho personal para que lo controle pero los vientos realmente hacen mucho daño. Hoy por ejemplo tomó mucha fuerza, logró llegar hasta el monumento. Afortunadamente hicimos un trabajo muy rápido y cortamos el incendio, lo paramos y evitamos que se pasara al lado de las antenas, donde al fin lo pudimos controlar.”

Finalmente, Fitzgerald dijo que era de resaltar que afortunadamente no hubo lesionados a pesar que el terreno estaba escabroso con volados y vegetación muy alta, y debido a la oscuridad no le era posible evaluar el área quemada sino hasta el siguiente día.

Nosotros salimos por una foto y terminamos aventurándonos a lo desconocido. Conocimos brigadistas, aspirantes y al subteniente. Aprendimos que el fuego no se combate sólo con manguera y extintores sino que se requiere la manualidad del batefuego para sofocar las llamas en terrenos difíciles.

Ph: Pablo Chaco
Subteniente Rodas y Bomberos Voluntarios / Ph: Pablo Chaco

Al final, conseguimos más que una foto y construimos un recuerdo iluminado para el resto de nuestras vidas. Gracias a los bomberos por protegernos, y gracias al fuego por llamarnos a la aventura. 

 

Escrito por: Felipe Robayo Chacón